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Recordando las Casas de Cambio del Oro y la Plata, o como los cubanos entregamos millones a cambio de papelitos de colores

Las Casas de Cambio del Oro y la Plata fueron utilizadas como señuelo para atraer al pueblo que en el momento de su apertura vivía con disímiles necesidades.



Por mediación de las Casas de Cambio del Oro y la Plata muchas personas que poseían valiosas reliquias familiares las malvendieron al Gobierno cubano por una pequeña fracción de lo que realmente valían.

Lo que realmente buscaba el gobierno con estas Casas de Cambio recolectando el oro y la plata de los habitantes de la isla era respaldar el dinero en oro, ya que como es sabido por todos la moneda nacional no tiene respaldo en oro, por lo que es una de las monedas más débiles.

Antiguos trabajadores de estas casas cuentan que como hacía falta el oro se valieron de varios métodos para lograr su obtención, por ejemplo, contratando tasadores-vendedores que realmente eran psicólogos, para que consiguieran sacar las reliquias a los clientes sin que estos sintieran que los estaban engañando.

Recibo de compra en la cadena de tiendas conocidas como “casas del oro y la plata”.

Era tanta la tentación y la necesidad que, en la disyuntiva entre el reloj de oro de la abuela, el propio anillo de bodas o la lámpara que siempre estuvo en la sala de la casa, por un lado, y por el otro un televisor en colores, un pantalón nevado o un short reversible, muchos no dudaron en optar por las mercancías, aun a sabiendas de que sus pertenencias valían más de lo que el estado pagaba por ellas. Y no faltaron quienes se entregaron a una suerte de «fiebre del oro» que no buscaba ya, como la histórica de los conquistadores españoles, en los territorios vírgenes del Nuevo Mundo, sino dentro de las antiguas máquinas de coser Singer, que contenían, según se decía, cierta pieza de metal valioso, y, utilizando detectores del precioso elemento, bajo los suelos de lugares donde se sospechaba pudiera haber algo escondido.

Este negocio produjo grandes ganancias para la economía. Debido a las necesidades que existían en esa época todo lo de valor que fuese encontrado era llevado a tasar y vender. En el cementerio de Colón fueron saqueadas las tumbas, mausoleos y nichos, desapareciendo grandes cantidades de obras de arte. El Museo de Bellas Artes y el Centro Wilfredo Lam también fueron víctimas de sus corruptos dirigentes que asaltaron y robaron las obras para convertirlas en dinero fácil.

Luego de varios días de colas y espera y una muy mala tasación se conocía el valor en “divisas” asignado por los “tasadores especializados” a estos objetos, joyas, metales o piedras preciosas, que se podía después canjear por bonos equivalentes, los CUC, llamados entonces “chavitos”, con los que los mortales podíamos adquirir artículos en las tiendas del INTUR, hasta entonces solo accesibles a los dioses. Dichos artículos estaban, pero a un precio varias veces superior a los que el CIMEX vendía a los extranjeros residentes y a los turistas en sus tiendas. Toda la mercancía estaba además gravada con altos impuestos, a veces de hasta del 40 %.

Escrito por | Redacción TodoCuba

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