Las mil y una formas del maltrato al cubano en las empresas e instituciones estatales de Cuba

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Hay muchos cubanos en la Isla que disfrutan con el sufrimiento del prójimo. En cuanto reciben el más pequeño de los poderes en una empresa de servicios o una institución estatal, hacen lo imposible por maltratar a sus semejantes. A veces hasta le sale de manera natural, porque ya llevan el HP incorporado en su código genético.

Cuantas veces ha llegado el infeliz cubano ante el dependiente de una cafetería, le ha expresado los buenos días y le ha solicitado una mercancía determinada; para ser recibido con la más absoluta indiferencias (como si ser sordo, fuese requisito para trabajar en la gastronomía estatal) y sólo – cuando él lo ha entendido apropiado – levantarse, ir a buscar lo solicitado y cobrar el pedido.

Sin embargo, esos son los mismos a los que se les ilumina la cara cuando algún cliente con aspecto de “yuma” demanda su atención. Entonces se muestran solícitos y amables; aparecen los refrescos fríos que al cubano le negaron diciendo que estaban calientes, y hasta los vasos de cristal.

En el caso del sector empresarial resulta incluso peor. El contenido de las recepcionistas se reduce por lo general a estar ocho horas dando vueltas por las tiendas cercanas, hablando por teléfono con las amigas o jugando a las cartas o al “detective” si el usuario tiene la mala suerte de que la señorita tenga un ordenador asignado.

A eso se le suma que obtener un vuelto en Cuba sea una odisea. Los dependientes siempre te quedan a deber algún menudo (que al final suman pesos); pero les resulta inconcebible que sea al revés. Si se rompe un ómnibus el dinero del pasaje no se recupera, ni se entrega un trasbordo como se hacía antes.

Nunca ha sido recomendable juzgar un libro por la caratula; pero  el de comercio, los servicios y las empresas estatales en Cuba siempre dice lo mismo, por más que de vez en cuando se empeñen en cambiarle el forro.