La triste historia de Luz María, la mujer cubana que vive en el basurero más grande de La Habana (+ Fotos)
sábado, 20 de octubre de 2018
Luz María lleva casi 15 años viviendo en el Bote, como se conoce al basurero más grande de La Habana. Quien la mira no puede adivinar que esa mujer alta y delgada se ganaba la vida bailando en Tropicana, el cabaret más famoso de Cuba. Cuando la edad le pasó la factura y le dijo no más, se encontró Luz con que nada tenía y no le quedó otra que levantar un rancho en el vertedero de la calle 100 con unas pocas tablas, trozos de madera y cartón.
Allí se instaló con sus pocas pertenencias para dedicarse a vivir de la basura. Rebuscando entre los desechos encontró ropas y zapatos viejos. Los que le gustaban los guardaba para ella; los otros podía siempre cambiarlos por arroz y frijoles para poder echarse algo en la barriga. En los primeros tiempos vivía con su marido. Hasta un día, por razones que ella no explica, la policía llegó al Bote y se lo llevó preso.
Su rancho está repleto de los objetos que ha encontrado en el bote y que considera pueden tener algún valor de uso o de cambio. Todo inservible, gastado, viejo, feo. Sin embargo, asegura que en la basura se ha encontrado cadenas de oro, relojes y celulares.
Junto al rancho de Luz se levantan unos pocos quimbos más. Sus habitantes forman una especie de “hermandad jurada”. Ellos no permiten que vengan otros a levantar ranchos allí; cuando sucede se los echan abajo. Saben que su presencia allí depende de que mantengan un perfil bajo, pues la policía se les tiraría con todo si ven que se está levantando una “villa miseria” en el basurero.
Uno de los vecinos de Luz es el Chen. Juntos rebuscan en la basura restos de comida. Lo que está bueno va a parar a las cazuelas, lo malo sirve para venderlo como sancocho para los puercos.
Tanto el Chen como Luz saben que el Bote es peligroso. Por eso les gusta trabajarlo de día. Más cuando sabe que con frecuencia se desata incendios por los gases que genera la materia en descomposición y que por fuera puede parecer apagado y estar ardiendo por dentro.
Lucía y el Chen son “felices” en el bote, con sus perros, sus gatos y su miseria. No saben vivir de otra forma que no sea esa. Por eso aseguran que si en algún momento (como han dicho varias veces) las autoridades de la ciudad deciden mudar el bote, ellos lo seguirán a cualquier parte.
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Escrito por | Redacción TodoCuba
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