La curiosa jicotea siamesa encontrada en Pinar del Río por la que han llegado a ofrecer hasta 100 dólares a su dueño
viernes, 9 de noviembre de 2018
Tienen poco más de un mes de nacidas, y son la atracción de la comunidad Antonio Briones Montoto, de Pinar del Río. Dicen que jamás en la zona se había visto algo así: dos jicoteas siamesas, compartiendo un mismo carapacho.
Osvaldo López Romero recuerda que estaba sacando lombrices junto a su hijo Osmany para ir de pesca, cuando las encontraron en la orilla de la micropresa Zanjanal.
«Al principio pensé que era una jicoteíta normal, pero cuando la miramos bien, nos asombramos al ver las dos cabecitas. Le dije a mi hijo que allí seguro había más huevos pero si seguíamos escarbando, íbamos a echar a perder el nido. Así que nos fuimos para otra parte a terminar de sacar las lombrices», rememora Osvaldo.
«Cuando llegamos a la casa, las lavé bien, las eché en un pozuelo con agua. Al principio pensé que no se salvarían, porque al parecer, todavía no estaban en tiempo de eclosionar. En la parte de abajo del carapacho tenían una mancha amarilla que parecía la conexión con el huevo.
«Sin embargo, al día siguiente empezaron a comer pedacitos de lombrices, de pan, de pescado, de pollo, y ahora son una fiera», asegura este estomatólogo de Briones Montoto aficionado a la pesca.
La noticia de las tortugas siamesas enseguida se extendió por la comunidad. «Todos los días venían personas. El pueblo entero ha pasado por aquí para verlas, y tirarles fotos», recuerda Osmany.
El curioso reptil posee dos cabezas, cuatro patas delanteras, dos traseras y dos colas, dentro de lo que parecen dos carapachos fundidos por la parte de atrás. Osvaldo considera que aunque comparten porciones de un mismo cuerpo, son organismos distintos, que se alimentan y defecan por separado.
«Yo le he preguntado a los pescadores más viejos, y me han dicho que nunca habían visto esto», dice y en efecto, se trata de un fenómeno poco común, sobre todo porque los ejemplares con esas características no suelen sobrevivir en su hábitat natural.
En las pocas semanas que lleva con ellas, Osvaldo y Osmany confiesan que además de sorprenderse, varias personas se les han acercado con la intención de adquirir la extraña mascota.
Al padre han llegado a proponerle 100 CUC, y a Osmany, sus compañeros de clase en el preuniversitario Antonio Guiteras, también le han hecho múltiples ofertas.
«Un muchacho me dijo que me las cambiaba por un cocodrilo, otro, por un reloj y hasta me han dicho que les ponga precio; pero qué va, yo no las vendo», dice.
Osvaldo opina lo mismo. «Uno las ve tan chiquiticas, tan indefensas, y les ha ido tomando cariño. Quizá, cuando crezcan un poco más, que veamos que ya no corren peligro, decidamos donarlas a un acuario o alguna institución que se dedique al cuidado de estos animales. Pero para nosotros, no tienen precio».
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Escrito por | Redacción TodoCuba
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