La novedosa Historia del automóvil en cuba
jueves, 13 de junio de 2019
Era una mañana de 1898 y parecía que La Habana no tenía otra novedad que ofrecer. Sin embargo, los transeúntes se sorprendieron cuando escucharon el ruido del primer automóvil en Cuba.
El lugar escogido para echar a andar el nuevo juguete fue el Prado habanero, concurrido de más aquel día para ver el extraño artefacto.
El dueño de este automóvil en Cuba era José Muñoz, representante de la firma francesa Parisienne, que los comercializaba.
Muñoz, como estrategia de marketing, decidió adquirir por el precio de mil pesos un Parisienne, con el objetivo de promocionar la marca en las calles capitalinas.
La famosa máquina sería lo que hoy llamamos un cacharrito, pero en esa época, evidentemente causó conmoción.
Todos querían ver el vehículo y, por supuesto, los más adinerados obtener uno.
Sin dudas, la estrategia de marketing de Muñoz surtió efecto.
Apenas seis meses después llegó el segundo automóvil a Cuba, propiedad del farmacéutico Ernesto Sarrá.
Que pagó por él el “módico precio” de 4 mil pesos.
Las ventajas del carro eran sus ocho caballos de fuerza y una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora.
El farmacéutico recorría la distancia entre La Habana y la ciudad de Guiñes en solo media hora.
Al poco tiempo, llegó a la capital un tercer auto, propiedad de la fábrica de cigarros H de Cabañas.
Y Carvajal lo usó para repartir mercancías.
Después, el señor Francisco Astudillo compró el primer vehículo eléctrico: un cochecito ligero, elegante, confortable, que no contaminaba el ambiente y recorría hasta 12 millas por hora.
Asimismo, llegaron al país otras marcas como Panhard Levasor y algunos White, de gasolina, traídos de la ciudad estadounidense de Cleveland.
A la par de la introducción de los automóviles en Cuba, surgieron serví centros y garajes.
El primero de ellos fue el de la calle Zulueta. Con el creciente desarrollo de estas máquinas, nacieron las carreras de autos, y el Automóvil Club de La Habana en 1903.
Un club al que pertenecía la aristocracia capitalina y que enseguida organizó las primeras competiciones.
En la primera de estas lides participaron dieciséis máquinas, cada una con una mujer al volante, excepto la conducida por el ganador de la competencia, el cubano Dámaso Laine.
Por suerte, la industria del automóvil se ha desarrollado mucho desde ese período hasta nuestros días, pero es bueno saber que desde el siglo XIX las personas disfrutaban de las ventajas de este tipo de transporte, por muy rústico que fuera.
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Escrito por | Redacción TodoCuba
Fuente: Archivo TodoCuba
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