Cubanos recuerdan al profesor Veitía, creador de campeonas
martes, 6 de diciembre de 2022
Ronaldo Veitía, el más importante entrenador de judo cubano de todos los tiempos, falleció el lunes en La Habana, luego de meses de convalecencia. Los cubanos se despiden hoy de quien diera a Cuba numerosas campeonas olímpicas y mundiales de esa disciplina.
Según han informado las autoridades, Veitía falleció en el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras donde permanecía ingresado tras regresar el pasado 18 de octubre arribó a Cuba procedente de España.
En dicho centro médico el Instituto de Medicina de Cuba daba seguimiento y acompañamiento a su proceso de recuperación.
De acuerdo con la revista deportiva JIT, “en las últimas jornadas el estado de salud del destacado entrenador se había deteriorado, razón por la cual debió ser hospitalizado. Las complicaciones asociadas a su diabetes y el alto riesgo cardiovascular marcaron su gravedad hasta el fatal desenlace”.
La prensa cubana recuerda hoy que Veitía, entrenador reconocido a nivel mundial, tuvo bajo su mando las judocas cubanas activas en la década de los años 90 del pasado siglo quienes obtuvieron numerosas coronas mundiales y olímpicas y por su trabajo incansable recibió la Orden al Mérito Deportivo y otros tantos reconocimientos.
Esta mañana las redes sociales aparecen llenas de mensajes en honor al rey del tatami.
“Puedo decir con orgullo, donde quiera que me pare, que fui su alumno y que de todos los maestros que tuve en mi vida, en el deporte, en la escuela, en la universidad, fue usted el más útil para este largo y a veces duro y extraño camino de la vida”, le escribió un cubano.
Otro cubano, el periodista Reinier Del Pino le dejó unos versos:
Veitía
El negro cinturón se sube al pecho.
Hay luto en el tatami. En Cuba entera.
El gordo no sostiene la bandera.
La lleva acomodada sobre el lecho.
Con tanto que nos dio. Con tanto hecho,
temprano se nos fue y en su cantera
morir no puede. Gloria tan cimera
no cabe en un concepto tan estrecho.
Por eso nos parece que está vivo.
Su mérito vital y deportivo
alientan con pasión en cada plaza.
Cuando hay combate vuelve. Olvida el tajo.
Sentimos en el podio un: ¡Buen trabajo,
Campeón! Y un ángel gordo nos abraza.