Precios en Cuba: Zapatos inalcanzables para un ciudadano común
jueves, 22 de diciembre de 2022
Un cubano reflexiona en Facebook sobre el precio de unos zapatos inalcanzables para el bolsillo de un ciudadano común.
“Alguien que conozca de economía, fíjese que digo, «que conozca», tal vez pudiera explicar el motivo por el cual, un par de zapatos como estos, tiene ese precio”, lamenta el internauta en su análisis.
El cubano parte de que él mismo no podría pagarlos.
“Yo, trabajador activo, con título universitario, y un poquito más, aunque nada sé, puedo decir que para alcanzarlos, debo, por lo menos, recibir un poco más de 18 euros en una tarjeta para que, al cambio estatal, pueda llegar a comprarlos”, dice.
El internauta asegura que no se está quejando, solo intenta reflexionar sobre las razones que pueden llevar a que un par de zapatos de niños tengan ese precio tan exagerado:
“Esto que describo, no es una queja, es el principio de una reflexión que puede ser mucho más aguda, y sobre todo, que deja la duda de si en realidad, el costo de producción de esos zapatos, ¿de marca?, ¿de calidad superior?, está expresado en el precio”, advierte.
El hombre intenta averiguar realmente qué factores inciden en ese desorbitado valor.
“Pregunto a quien conozca, si lo que encarece el zapato es: 1- Pura especulación. 2- El salario de los trabajadores que lo producen más, el del séquito administrativo que percibe mucho más y de paso, se benecia de las utilidades. 3- Si es búsqueda de ganancias a toda costa y a todo costo para cumplir un plan. 4- Si es que la vida está muy cara y el precio se calcula tomando como referencia la libra (no la esterlina) sino la de malanga, de carne de cerdo, etc”, precisa.
“Creo que hay que ordenar muchas cosas, también que la pelea es colectiva y creo, que las batallas tienen líderes , que en la base y hasta un poquito más arriba, no se ven esos líderes que se necesitan para que el colectivo sea un conjunto y no partes separadas, para que ese conjunto esté empoderado”, reclama el cubano.
El internauta reflexiona sobre la división que se permea entre dirigentes y ciudadanos comunes.
“Decir «la batalla es del pueblo» como si el pueblo fuera el otro, el que es independiente del dirigente…es fomentar malestar y no resolver absolutamente nada, es alejarse del problema, es lavarse las manos, es sembrar desconfianza, es contrarrevolución”, alerta.