Paseo del Prado: encuentra la cubanía y vive su historia
lunes, 22 de mayo de 2017
Caminar por el Paseo del Prado es un instante de deleite que no puedes dejar escapar, una vez que te sumerges en el ambiente y el cubaneo en La Habana. En su estructura, te encontrarás la presencia de una ciudad colonial, rodeada de hoteles, vendedores de todo tipo de artículos, desde cuadros hasta artesanías, siempre a lo largo de la Alameda.
La presencia de una ciudad colonial, protegida por inmensas murallas siglos atrás, ha tenido siempre como acompañante inseparable a los espacios libres y verdes a su alrededor, en una especie de necesidad de escape para sus pobladores ante la inquietud del encierro.
Precisamente, de esa situación La Habana no fue excepción, enmarcada hacia el siglo XVII por un muro de casi dos kilómetros de expansión, y con miles de viviendas en el recinto limitado por la obra.
La alameda de hoy día, escenario de dos simples hileras de árboles en sus inicios, recibió el nombre de Nuevo Prado y tuvo una apasionada y rápida acogida entre la urbe de la época, necesitada de encontrar un sitio de esparcimiento y paseo, en especial cuando el crepúsculo abrazaba a la ciudad capitalina.
Con el paso de los años, el popular paseo fue el blanco necesario de nuevas articulaciones y remodelaciones, que le incorporaron otros atractivos como fuentes neoclásicas o rústicas, entre las cuales destaca la llamada de La India o de la Noble Habana, esculpida en Génova por José Gaggini.
A finales del siglo XIX, el Paseo del Prado había pasado a ser un espacio para el recorrido de peatones en lo fundamental, complementado con el nuevo Parque Central que surgió en sus afueras.
Maquillado en las calles por los “almendrones”, vehículos de la época de los cincuenta, inmuebles con amplios portales envolvieron a la popular alameda, convirtiéndola en prisionera de fachadas y columnas de cemento armado, las cuales circundan a una reducida senda verde.
Reedificado en su forma actual hacia 1928, el popular sitio recibió una solución en líneas neocoloniales, con bancos de mármol, luminarias, copas y los populares leones de bronce, mudos testigos y vigilantes de los habaneros y turistas que prefieren ese recorrido bajo los árboles, disfrutando del aire fresco, el clima tropical y la circulación constante de personas en la habana moderna.
Por: Mele Ferrán
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Escrito por | Redacción TodoCuba
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