Los acuáticos de Pinar del Río: ¿mito o realidad?
sábado, 13 de julio de 2019
En una de las silenciosas sierras de Pinar del Río, de esas donde el único sonido perceptible es la respiración de quien se adentra en ellas, permanecen aún dos familias vinculadas a una de las concepciones religiosas más inverosímiles y arraigadas que ha poseído Cuba, pero que ni siquiera la ciencia ha podido desmitificar, Los acuáticos de Pinar del Río.
En la sociedad actual, donde cada año son descubiertas nuevas enfermedades y padecimientos.
Los individuos se sienten arrastrados a la necesidad de acudir al médico, al menos, una vez cada año.
Es inconcebible imaginarse una persona que jamás haya sido tratada por un especialista.
Sin embargo, estas familias, que representan el único legado que queda de Los acuáticos de Pinar del Río, jamás han abandonado su hogar para visitar al doctor.
Para ellos, el agua es sinónimo de cura y salvación.
Y su creencia mantiene una firme convicción en este elemento como un medio para sanar a las personas, sin importar la gravedad de su padecimiento.
Si en la contemporaneidad esta postura se continúa legitimando en la comunidad de la Sierra del Infierno, lugar donde estas viviendas se sitúan.
Es resultado de la labor que realizó, durante su vida, Antoñica Izquierdo: la primera curandera acuática.
Gracias a ella, las concepciones sobre el misticismo y los beneficios del agua fueron divulgados de una generación a otra.
Pues su quehacer se mantuvo enfocado al empleo de este conocimiento empírico en función de la ayuda a las personas.
El primer contacto de Antoñica con esta fe ocurrió en 1936.
Año en que su hijo padeció de fiebres muy altas.
El posicionamiento geográfico y escasos recursos con los que contaba, le impedían socorrer a un especialista, por lo que dejó la suerte de su descendiente en manos del destino.
Según afirmó, una imagen de la Virgen María se reveló ante sus ojos y le expresó que trasladara al niño al arroyo más cercano para bañarlo en sus aguas.
La temperatura del infante descendió rápidamente, y fue ahí cuando percibió que su herencia familiar de curandera la había predestinado a toparse con esta revelación.
Tras una segunda aparición de la Virgen, Antoñica Izquierdo conoció que su misión en la vida era dar a conocer las propiedades medicinales del agua.
Comprendió que bajo ninguna circunstancia debía asistir al médico, pues con el agua disponía de un medio eficiente para hacer desaparecer las enfermedades.
Tampoco podía relacionarse con la política ni solicitar pago por sus servicios, pues las zonas rurales del país se encontraban sumidas en una pobreza extrema.
Además, debía dejar de lado todo contacto con el sistema educativo cubano, pues este estaba destinado a acrecentar, aún más, las diferencias clasistas de la época.
De esa forma, un grupo de preceptos y concepciones, justificados con los resultados de la aplicación del agua en los enfermos, fueron divulgados en la población campesina de la zona.
Que posteriormente se trasladó a la Sierra del Infierno.
Allí fundaron una comunidad acuática, compuesta por trece familias y fundamentada en la ayuda a las personas y el cuidado a la naturaleza.
Aunque en la actualidad solo quedan dos linajes sobrevivientes, estos continúan manteniendo su firme creencia en el agua.
Concepción que comparten diariamente con turistas que provienen de todas partes del mundo.
Lo que les permite un intercambio de información y reduce su aislamiento respecto a las coyunturas modernas.
Ninguno de ellos acude al médico, pues con el agua disponible, mientras sea limpia, afirman remediar todos sus padecimientos. En el marco legal, son sujetos que no existen, ya que no se cuenta con ningún registro en el que sus nombres aparezcan.
Excluidos, por convicción propia, de la vida política, representan el único caso permitido por el gobierno para no poseer identificación, no participar en las elecciones, y sobre todo, no acudir a la escuela ni al médico.
Su acceso al agua es mediante un sistema creado por ellos mismos, por lo que su dependencia al Estado es completamente nula.
Así, mientras les resten años de vida, y las venideras generaciones asuman estas creencias, continuarán existiendo, en la Sierra del Infierno, un grupo de practicantes de una fe sin precedentes en la historia de Cuba.
Se denominan a sí mismos como los acuáticos de Pinar del Rio.
Y ni la sociedad moderna ni los avances científicos han podido derrocar su firme posición.
Que se basa en una perspectiva del agua no solo como fuente de vida, sino como un medio para prolongar y salvaguardar la existencia humana.
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Escrito por | Redacción TodoCuba
Fuente: Talía Jiménez Romero
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