¿Por qué el café cubano es diferente?
martes, 15 de septiembre de 2020
Cuando se anuncia a la mayor de las Antillas como destino turístico se habla siempre de tres cosas importantes: el ron, el tabaco y el café cubano.
Además de los innumerables atractivos que nuestra isla alberga, como diversos paisajes, centros históricos y culturales; estos tres amigos del párrafo anterior se sitúan como elemento común en cada uno de los destinos. Esto se debe a que han sido protagonistas de nuestra historia, convirtiéndose hoy en iconos, estampas de nuestra sociedad. Una sociedad colorida, inusual y siempre alegre.
El café cubano y su historia
El café es una de las bebidas sin alcohol más socializadoras en muchos países. Vale acotar que existen casi tantas formas de preparar esta bebida como consumidores. Se dice que el árbol de café tiene su centro de origen en la lejana Abisinia (actualmente Etiopía), en el oriente de África.
Algunos historiadores afirman que el café llegó a Cuba a través de los españoles, luego de los primeros asentamientos entre los años 1492 y 1530. Sin embargo, ya que las condiciones geográficas favorecían su producción, el café comenzó a sembrarse tanto en la tierra cubana, como en sus pobladores.
El café se colaba en una especie de embudo hecho de tela. El agua, junto con el azúcar, se hervía en un jarro al que luego se le echaba el preciado polvo y se vertía sobre el colador; así, se dejaba pasar solo el líquido, ahora de color negro, con un sabor peculiar que lo distingue hasta nuestros días.
Muchos cubanos tenían como costumbre volver a colar el café “ya colado”, al que todos conocían como zambumbia, Este último se tomaba solo o acompañado de galletas en trozos o pan.
Las cafetera italiana revolucionó el mundo
Así se coló el café en Cuba por ciento de años. Más tarde, el invento de la cafetera italiana, en 1933, revolucionó el mundo. Las nuevas cafeteras eran un éxito, ¡todo el mundo quería tenerlas!
El cubano no es la excepción, pues él siempre quiere de todo. De ese modo, las cafeteras Italianas comienzan a llegar a la isla años más tarde, perdurando en nuestras cocinas hasta el día de hoy.
La cafetera es el único elemento de la cocina que el cubano no guarda nunca. Siempre está sobre la meseta o en el fogón, esperando a que llegue una visita, que sea de tarde, o que amanezca, o simplemente espera que alguien le eche un ojo para desenroscarla y “echar una colaita”, como decimos todos. Cuando su sonido como de gárgaras se siente, de pronto todo el mundo está en la cocina, esperando su buchito de café.
Normalmente, los habitantes de la isla cuelan el café sin azúcar. Luego, con la cafetera humeante, le da el punto y lo revuelve para servirlo en tazas. Así, un poco más dulce o más amargo, todos lo catamos, confiriéndole luego al ejecutante mejor o peor fama. Es así como el café cubano tiene su encanto, pues agregar el azúcar al gusto ya servido en la taza…por alguna razón no nos resulta tan atractivo.
El café cubano que se toma en casa no queda espumoso como el expreso. Su sabor es mucho más fuerte que el del café americano y, además, no lleva leche, no es capuchino, no se le agrega azúcar cuando se sirve pues ya la trae incluida a gusto del que lo hizo. Es por todas estas razones que el café cubano es tan diferente, tan peculiar. Su sabor tiene un poco de todo, pero no se parece a ninguno.
¿Ya preparaste tu cafecito para seguir leyendo nuestros artículos? Hoy queremos invitarte a nuestra sección de cultura culinaria, para que puedas disfrutar de increíbles recetas.
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Escrito por | Redacción TodoCuba
Fuente: Archivo TodoCuba
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