Te contamos la leyenda cubana del cocuyo

viernes, 14 de septiembre de 2018

En los campos de Cuba se cuentan miles de historias que han pasado de padres a hijos y que los guajiros juran que son verdades como un templo. No existe un palo o un bicho del monte que haya escapado a la fértil imaginación de los campesinos cubanos. El cocuyo, también tiene su leyenda y aquí te la contamos:

Aseguran los más viejos que hace muchos años existió un campesino que tocaba muy bien la guitarra y el tres e improvisaba como nadie.

Por esa razón convirtió el canto en una forma de vida y se movía de pueblo en pueblo y batey en batey animando a cuanto guateque le invitaban. Estas fiestas solían terminar muy tarde en la noche y el viejo trovador debía atravesar los oscuros caminos y guardarrayas montado en su caballo para regresar a su casa.

Una noche sin lunas en que volvía de un lomerío muy intrincado perdió el camino y no fue capaz de volver a encontrarlo debido a la oscuridad que lo rodeaba. Fue entonces que divisó una luz amarilla en un claro del monte y se encamino hacia ella.

Era un cocuyo gigantesco, como nunca había visto uno en sus muchos años. Cuando lo tomó vio que era casi del tamaño de su mano y alumbraba como una linterna. Ayudándose con él pudo encontrar el camino y retomar el rumbo hacia su casa con paso firme y seguro.

Estaba tan contento que en cuanto llegó a su humilde bohío miró al insecto a los ojos y no le dio las gracias por servirle de guía. Lo puso en el suelo y le dijo que podía marcharse y fue entonces que sucedió algo extraordinario.

El cocuyo voló, se subió al caballo y con voz muy grave le dijo que si él lo había acompañado hasta su casa, ahora le tocaba al campesino llevarla hasta la suya.

Nunca se supo que hizo el trovador, si cumplió con la exigencia del insecto o simplemente se echó a correr del susto. Lo que sí ocurrió fue que la noticia pronto se conoció en toda Cuba y desde entonces los guajiros se cuidaron mucho de recoger cocuyo en medio del monte por muy oscura que fuera la noche.